Me dicen que escriba, lo vengo haciendo casi nada, me dicen que escriba que me va a servir.
Entonces escribo.
Algo.
La confrontación me disgusta. Me asusta.
No me gusta que me pidan dinero mientras estoy comiendo.
Tengo miedo a generar más gastos. Y no puedo trabajar en este momento para generar ingresos.
Me cuesta almorzar. Me cuesta cocinar mi almuerzo.
Me gusta estar estudiando, cursando, junto a Dani. Necesito compañía para estudiar.
No le encuentro sentido a avanzar sin tener la meta en vista.
Quiero pintar mandalas pero me da pereza.
Los mandalas me ayudaban mucho en internación. Quizás me da miedo sentirme cercana a ese momento.
Me angustio cuando me siento evaluada por quienes considero mis superiores.
Tengo un sentido de la jerarquía muy fuerte.
Soy muy autoexigente. Me cuesta estar satisfecha. Me comparo continuamente con un ideal, al parecer ese ideal es sólo eso, no existen personas así. O al menos eso me dicen.
Me da más miedo el fantasma del fracaso que el fracaso mismo.
Dejo de hacer las cosas que me gustan cuando no estoy cumpliendo con mis obligaciones, termino haciendo nada, procastinando, y ni siquiera con lo que realmente me gustaría.
Cuando tengo que hacer algo que no me han explicado cómo se hace me angustio mucho, siento que me están maltratando, como si me golpearan.
Tiendo al sufrimiento más que al esfuerzo, por costumbre, o sea, comodidad.
Me propongo muchas cosas que después no hago. Y me siento mal por eso.
No se me ocurre qué más escribir.